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Nota publicada el 4 de agosto del 2019.

La Nación Revista 

Cambiar nuestra actitud para estirar nuestras posibilidades 

 

Pensamos en grandes deportistas e inevitablemente los asociamos con talento innato. Nadadores, boxeadoras, tenistas, lo que quieras. Se nos vienen distintos ejemplos a la cabeza y los relacionamos con cualidades físicas extraordinarias que los llevaron a la cima. Pero acostumbrarnos a esa noción (e incluso propagarla) no hace más que agrandar la brecha que nos justifica el quedarnos quietos, alejados del deporte. 

 

Pero no es así. No voy a negar que el talento suma y que incluso muchas veces es lo que primero nos motiva porque vemos los resultados de forma instantánea. Pero hay algo más gigante aún: la mezcla explosiva que es producto del esfuerzo, la curiosidad insaciable y la capacidad de ver al error como una puerta hacia el progreso. 

 

Y ahí, más que nuestros músculos, lo que pesa es la cabeza y las creencias que moldean cómo vemos nuestra realidad. 

 

Hace casi 15 años, Carol Dweck, profesora de la Universidad de Stanford, publicó el libro Mindset: la actitud del éxito, donde exploró dos tipos de mentalidades que marcan el pulso de nuestra brújula interna: la fija y la de crecimiento. La primera se ancla en la creencia de que nuestras aptitudes son estáticas; nuestra inteligencia está tallada en nuestro ADN y cualquier logro es reflejo de ello. Hay una necesidad constante de reafirmar lo que ya sabemos de nosotros mismos y estamos siempre en la búsqueda del elogio. 

 

En cambio, Dweck afirma en su libro que la mentalidad de crecimiento se basa en reconocer que ‘nuestras cualidades inherentes se pueden cultivar a través del esfuerzo’. Nosotros decidimos cómo queremos escribir nuestro camino; la dedicación, la perseverancia y las ganas de aprender son los ingredientes que van a determinar qué tan interesante va a ser esa travesía. Detrás de los grandes deportistas está la constancia a la hora de seguir practicando, más allá de cualquier trofeo o campeonato que ya hayan ganado. 

 

Como bien dijo Fito, todo es una cuestión de actitud. Y la forma en la que decidimos encarar cada situación reverbera incluso más allá del deporte porque va a teñir cada una de nuestras acciones. Dweck reflexiona: ‘la visión que adoptamos de nosotros mismos afecta profundamente la forma en la que conducimos nuestras vidas. Puede determinar si nos convertimos en las personas que queremos ser como también si logramos lo que nos importa’. 

 

Pero existe una palabra que puede transformarlo todo; si agregamos ‘todavía’ al final de una oración quiere decir que reconocemos que estamos en una curva de aprendizaje. En esa palabra radica todo lo que podemos estirar nuestro potencial. El simple hecho de conocer la existencia de ambas mentalidades ya es un primer paso que nos da la posibilidad de pausar para elegir cómo queremos accionar y qué nuevos proyectos podemos emprender. Nunca es tarde para retomar la práctica de un deporte que abandonamos porque pensamos que no éramos lo suficientemente buenos. Al contrario, esta puede ser una gran oportunidad para encararlo con otra motivación, listos para ver lo lejos que podemos llegar si recordamos que no hay límites a la hora de aprender.  

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